domingo, 25 de febrero de 2018

En todas las cosas

En la farola del primer beso,
en las raíces de los árboles que nos daban cobijo,
en la incertidumbre aséptica de las puertas de los quirófanos.

Allí donde levemente se posan mis ojos

te encuentras como pátina traslúcida de recuerdos,
pero más que recuerdos,
eres un sentir omnipresente que lo embarga todo.

Y si llueve,

veo tus ojos dejando sus lágrimas al aire,
y si caen las hojas ocres del otoño,
se me antoja tu pelo fluctuando libre contra la tormenta.

He tratado en vano de arrancarte de mis pensamientos,

pero estás tan adheridos a ellos,
que despojarme de ti derruiría mi conciencia.

Allí donde respiro

se tornan los perfumes del mundo
en los aromas delicados
que pulverizas sobre tu cuello refinado.

Jazmines, azahares,

el humo azul de las maderas crepitando en los hogares,
la granada repleta flotando en los bancales.

Todas las fragancias que enamoran huelen a ti.


Empiezo a sospechar que eres la materia

que anula la antimateria,
la luz que nos sitúa en el lado visible del universo.

Muerto descansaré acostado sobre tu piel,

tierra fértil que me hizo fruto cuando era para cizaña.

Petit Verdot



Todo empezó con el espíritu del vino
girando en volutas de petit verdot,
con tu mirada afrutada centelleando
entre sedas translúcidas de alcohol.


Aquella henchida copa roja,
hizo de tus pupilas la luna llena,
de tu boca un lago,
de tu lengua,
el monstruo que lo habita.


Quise decantarte allí mismo,
sin llegar a los postres,
embriagarme de ti
de un sólo trago.


Espíritu benigno del vino,
que te posee y te anula,
que te envuelve en la magia
del “mañana será otro día”.


Ayer me bebí tus labios,
anoche fuimos uva y parra,
cepa y tierra,
cielo y alma.


En el mantel, la copa volcada,
en su blanca superficie,
la furia derramada.